Está comprobado que el ejercicio te hace más resiliente. Es cierto que hay prácticas que no son beneficiosas si se tiene incontinencia urinaria. Por ejemplo, atletismo, equitación o gimnasia deportiva. Pero no activarse es una mala excusa.
No se trata de ponerse a hacer deporte y sudar como si no hubiera un mañana. Más que eso, se trata de ponernos en marcha. Con los famosos ejercicios de Kegel o, por supuesto, con actividades tan extraordinarias como el yoga o pilates.
Un trabajo publicado por la Universidad de Murcia constató que “quienes practican siempre una actividad física reportan mayores niveles de resiliencia en todas sus dimensiones que los que no lo hacen, informan de una mejor salud y un bienestar y, además, perciben su vida en términos más positivos”.
¿Y qué hay del cuidado mental? Es completamente absurdo atravesar un momento de dificultad y pretender no angustiarse o sufrir. Y la incontinencia puede presentarse como un obstáculo, por descontado. La clave es hacernos resilientes a través de la aceptación de esas emociones. ¿La incontinencia es el fin del mundo? No.